Tradicional Sermón de las Tres Horas, en quechua y castellano, volvió a oficiarse en la iglesia San Pedro de Huanta, en presencia de la icónica imagen del Señor del Santo Sepulcro.
Escribe: José Vadillo Vila / Fotos: Carla Patiño
Arguediano, hablando en quechua y castellano, el padre Marvin Quispe eleva la voz desde el púlpito y con el dedo inquisidor pregunta, ¿cuál es la ‘sed’ que gobierna tu vida?
Abajo no cabe un alma más en las bancas del principal templo huantino. Se unen en los padresnuestros y avemarías. Es un mar teñido de luto, que escuchará atento, durante 180 minutos, las siete palabras de Cristo en la cruz. Desde el coro, las solemnes voces cantan en runasimi para anticipar la siguiente palabra del sermón.
La feligresía baja los ojos cuando el sacerdote jesuita, que es su paisano y ha venido desde Arequipa para este Viernes Santo, les jala las orejas: hemos sobrellevado el “tiempo covid” orando, pero ahora las iglesias de nuevo lucen vacías. Ha vuelto la pandemia de la indiferencia.
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En Viernes Santo, la nave principal de la iglesia de San Pedro de Huanta la cubre un lienzo de eucaliptos, palmas y hierbas aromáticas cuyos olores se mezclan con el incienso. A ese cobertizo artificial lo llaman el ‘monte’.
Misa en Quechua, tiene que ser todo esto un espectáculo digno de ver.
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