martes, 4 de mayo de 2021

43 entrevistas a Blanca Varela


Volumen reúne entrevistas a Varela, considerada una de las voces principales de la poesía hispanoamericana. La escritora limeña se sintió más segura en el territorio de la palabra escrita que frente a los interrogatorios de los periodistas.

Escribe: José Vadillo Vila / vadillovila.com 


La mano de dios es más grande que él mismo.

Su tacto enorme tañe los astros hasta el gemido

El libro de barro


1.

Dijo: “Me gusta equivocarme”. En tiempos en los que se buscan certezas, definiciones y etiquetas, Blanca Varela (1926-2009) prefería la grisura del mediocampo. Un territorio ideal para ejercer la libertad de pensamiento. Agregó: “No soy hombre, no soy mujer, rehago la vida, soy libre”.

Gustaba equivocarse, que es un ensayo digno de la vida intelectual. Se hartaba, dijo, de los “estatutos burgueses” del orden y la responsabilidad (de aquello habla en su poema ‘Futbol’, en Valses y otras falsas confesiones). la tierra entre tus pies / gira como nunca/ prodigiosamente bella 

Aunque sabía que el amor era importante para el animal llamado hombre, se crispaba con esas metáforas de baratillo de la belleza y la mujer como una rosa.

Agregó: “No se acepta jamás que puedas decir ciertas cosas ni que seas de otra manera”.

De joven leía en febril desorden y, de siempre, desconfió de la palabra hablada. Dijo: “Yo tengo una pasión: el pensamiento. La poesía es a posteriori”. Se entiende entonces por qué en una vida en las letras, dio alrededor de medio centenar de entrevistas. Y era una de las máximas figuras de la poesía latinoamericana. Agregó: “Mi independencia es lo más importante”.

 

Lima y poesía

Dijo: “Para mí el escribir es regalarle tiempo a ese otro que llevo en mí”.

Hay un lugar común y es la vida. Blanca Varela hija, nieta y bisnieta de mujeres tocadas por la palabra escrita (Manuela Antonia Márquez, su bisabuela; Delia Castro, su abuela; Serafina Quinteras, su madre) creció en Lima, en una casa de Mariano Carranza donde se hablaba en verso. En el barrio de Santa Beatriz (una placa del 2009 recuerda la casa, la infancia y la juventud en esas calles).

Agregó: “Yo he aceptado al Perú como un reto”.

Varela era poeta, pero Sebastián Salazar Bondy, lo repetiría ella en las entrevistas, le ayudó a darse cuenta de que lo que trataba de escribir era poesía. Que esos escritos que tenían por aquí y allá llevaban el estigma inequívoco de la poesía. Se conocieron en Letras de San Marcos, en 1943, cuando ella era cachimba y él, un par de años mayor. Salazar Bondy le presentaría otros personajes que formarían parte de su grupo, Jorge Eduardo Eielson y Javier Sologuren.

No existe poeta sin poemario. El otro que, años más tarde, la ayudó en su vocación fue Octavio Paz. Fue el poeta mexicano quien reunió los poemas de ella y publicó su primer libro, Ese puerto existe. ¿Qué era la poesía? Acaso pájaros, amores desplumados. No. La poesía “es como una superficie donde veo mejor las cosas”, le dijo a Enrique Verástegui, después de la quinta taza de café miraflorino, un día de los setenta.

Paz también la llevaría a conocer a los surrealistas franceses en la Place Blanche en París. Conocería también a Breton y adoraría a César Moro.

“Para mí no tiene ningún significado especial ni ser poetisa ni ser peruana, soy o padezco ser ambas, no las he podido disociar: es mi identidad, y es a través de la cual mal o bien vivo, estoy en el mundo, me expreso”.

Aprendizajes

Dijo: “El primer gesto poético consiste en darle nombre a aquello que nos rodea”. Blanca Varela también fue de la Generación del 50. Se sabía parte de ella. En algunas palabras, algunas búsquedas. Jamás había leído sus poemas en público, que hoy es un lugar común.

Otra parte de la formación cultural de Blanca Varela fue la peña Pancho Fierro, de Cecilia y Alicia Bustamante, donde conoció a José María Arguedas, Emilio Westphalen, José Sabogal, Sérvulo Gutiérrez... Le ayudaron a comprender el país bajo una mirada más integradora, ya no desde la isla llamada Lima.

Otro espacio definitivo para Blanca Varela sería París, a donde llegó de 19 años, recién casada con el pintor Fernando de Szyszlo. Con el artista plástico no desarrollaron ningún proyecto creativo en conjunto, fueron padres de dos hijos. En cambio París fue cajetillas de cigarrillos, cines, cafés, una comida al día.

 

2.

Era tímida, antipática y miope. Dijo: “Mi poesía no evoluciona. Envejece como yo”.

Para Jorge Valverde Oliveros, editor del libro Entrevistas a Blanca Varela (Lima, Isegoria, 2021), lo importante es que contamos con toda la obra reunida por ella misma, algo, acota, que no tienen todos los poetas, que se limitan a publicar sus poemarios y ya.

En cambio, Blanca Varela dio un orden al corpus de su poesía. Y así, nos permitió verla “integrada por su propia mano”, ver sus continuidades y distinciones.

Valverde dice que tenemos una carencia a nivel país: nos faltan biografías de nuestros poetas. Y así, por ejemplo, a través de Varela leer a la Generación del 50, con ella en sus dos papeles, como discípula y maestra. Otra es verla como parte de la migración de intelectuales latinos a Europa y su contacto con la intelectualidad de a mediados del siglo XX.

La poeta dio a cuentagotas entrevistas a revistas, diarios, radios, televisión. Ensayo que era muy cuidadosa por quién la iba a entrevistar. “Era desconfiada para con las palabras, tenía muchas dudas de cómo la vayan a interpretar y entender, tal vez por eso su poesía es tan buena”, resume Valverde. En otras entrevistas, Varela se muestra conversadora, sobre todo cuando la conversación la hace pensar. Las entrevistas en audio revelan a esa escritora, jamás la televisión, donde se sentía cohibida ante la cámara.

La mayoría son entrevistas convencionales, en su formato tradicional de pregunta-respuesta. Hay muy pocos perfiles o crónicas, que elaboran Enrique Verástegui, Jorge Salazar, Guillermo Niño de Guzmán, Rosina Valcárcel o Rodolfo Hinostroza. Como dice el editor, este tipo de construcciones de periodismo narrativo, con desarrollo de atmósferas, son más recientes.

El lugar común de las entrevistas giran sobre su juventud, sus amistades, su poesía, amén de lo circunstancial. Para Valverde también podemos rastrear los prejuicios en los entrevistadores, sobre todo relacionado con el tema hombre-mujer. Opina el editor que Varela fue un personaje riquísimo para hablar otros temas (en alguna entrevista opina sobre las mujeres en Sendero Luminoso o el paso de su amigo Mario Vargas Llosa por el Fredemo) y se podrían hacer debates sobre el feminismo de Varela, ver a la intelectual desde otros ángulos, su relación con el cine, con la pintura, y no quedarnos en la justa celebración de su poesía.

Jorge Valverde lanza un reto: celebremos a Blanca Varela con intervenciones en espacios públicos honrando la potencia de sus versos. Es el homenaje que nos falta. A ella. A la poesía. Ella agregó: “Hubiera preferido tener un matrimonio feliz y haber ganado la carrera de la vida. Sin embargo, me conmuevo con los seres que se gestan, con las ruinas que retoñan, con mis nietos, con el azul del mar…”

Datos:

La publicación de Entrevistas a Blanca Varela fue posible gracias a la Cooperación Española.

Las entrevistas se realizaron entre 1964 y 2007. Además, se incluye una crónica publicada en el 2010.

En mayo, la editorial Isegoria publicará el libro Blanca Varela, cine: opinión y chisme, que reúne sus comentarios sobre el sétimo arte.

(*) Publicado el domingo 2 de mayo del 2021 en el Diario Oficial El Peruano.  

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