José Vadillo Vila
El éxito de Hollywood radicaba en llevar a la pantalla grande el caos.
Nos acercaba a ese mundo que parecía estar siempre a millones de años luz de distancia (“en una galaxia muy, muy lejana…”).
Porque la eterna “guerra fría” (“eterna” desde los años cincuenta), la lucha entre los siempre buenos gringos (EE UU) y los malvados osos polares (Rusia) era –lo entendimos– una guerra de a bajos golpes, y que nunca ninguna de las superpotencias iba a apretar el botón que iniciara el mundo en ruinas. Entonces estaba el cine.
EE UU y Rusia nos acostumbraron a su guerra de bajo voltaje y los supuestos exabruptos militares se veían mejor nunca en las noticias, sino en las cintas made in Hollywood. Y a todo color.
Entonces, millones, en todo el mundo, íbamos en masa al cine (¡oh, añorado mundo masivo!), pagábamos para ver cómo sería el planeta Tierra alternativo. Por ejemplo, dominado por simios inteligentísimos y refinados (la saga de El planeta de los simios).
Y las pandemias según las pelas de Hollywood de los noventas, de los dos mil, siempre ocurrían en el tercer o cuarto mundo, siempre en condiciones insalubres; le sucedían a gente desarrapada. Y los gringos salvadores siempre encontraban las vacunas salvadoras. Más o menos era el argumento general de siempre.
Porque Hollywood, además de ser una gran herramienta propagandística que siempre (im)ponía como malos a sus enemigos geopolíticos (la saga Rambo es el ejemplo por antonomasia), tenía fijación, casi fetichista, también de que los que recibían las enfermedades eran siempre los habitantes del África subsahariana y, de vez en cuando, cambiaban la zona horaria y los indígenas centroamericanos eran los portadores de todos los malos. Siempre por sucios, siempre por pobres, parecía decir el mensaje subliminal.
¿El mundo ha tenido pandemias anteriores al coronavirus, en el siglo XX y el XXI? Por supuesto. Y Hollywood ha estado ahí para contárnosla, con sus buenos y malos y su final feliz.
Las pandemias parecían ocurrir en espacios muy confinados (palabra hoy de moda). “Parecía”, a pesar de que la gripe aviar (2004), abrazó a la mitad del mundo, pero la gente lo vio como un tema de aves y la ciencia dio la calma con sus vacunas. La AH1N1 causó, hace una década, más de 18 mil muertos y duró un año y atacó una treintena de países, no era ni sombra de lo que venía. Pero Hollywood prefirió apostar por darle nueva vida en el celuloide a los zombies.
Cuando Mark Wahlberg protagonizó la cinta de El incidente o El día que se detuvo la tierra (The happening, 2008), la película donde las plantas –se sabrá al final– son las que causan la histeria y los suicidios masivos, la crítica no la comprendió. Se vio como una obra menor del director M. Night Shyamalan pese a su cruda filmación. Solo grupos pequeños de público, entre ellos lo grupos ecologistas salieron a respaldarla y a hablar de esas serían las consecuencias de un mundo consumista que da espaldas a los demás seres vivos. La gente común prefería ver una de acción verdadera o comedias que usualmente hace Wahlberg para satisfacer a las masas.
Ahora que la pandemia del coronavirus es global y (a la fecha) lleva más de 140 mil muertos; su origen es un microorganismo con gran capacidad para reproducirse y que nos ha confinado a millones de personas a vivir confinados en nuestras casas, entonces, el mundo conoce de primera mano el terror global. El coronavirus es democrático: no distingue posición social ni pasaportes. Es el mismo terror que se debió de sentir en Europa del siglo catorce, cuando la peste negra mató a 25 millones de personas, un tercio de su población. La más devastadora sucedió hace 100 años, en 1918, se llamó la gripe española y causó más de 50 millones de muertos.
Pero ahora, más que la Historia, conocemos el terror de primera mano y en tiempo presente. Recordamos la fragilidad de la vida, que los avances científicos necesitan también su tiempo para investigar. Entonces, ¿qué nos mostrará Hollywood? ¿Cuál será su nuevo camino?
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Premonitoriamente, la película que se alzó el Oscar y los máximos galardones del año fue Parásitos, una cinta del coreano Bong Joon-ho. Si la cinta volviera a estrenarse hoy, que todos sabemos de primera mano lo que es vivir confinados, no causaría la misma reacción en el público y la crítica. La gente tiene otras prioridades de sobrevivencia, y buscará en el cine otro tipo de emociones.
Premonitoriamente, también, Walking Dead, que se estrenó hace una década, pierde potencia en la audiencia, suma temporadas pero lo hace con la mano cansada. Tampoco auguramos mayor vida a su universo monetario y de zombies: la gente ya no querrá que le recuerden sobre la angustia, el miedo, la zozobra.
¿A dónde apuntarán los creativos de Hollywood, cuando se den las condiciones mínimas para volver a filmar?
En el caso de Occidente, las películas de mensaje cristiano tienen un futuro interesante y captan mayor audiencia. Mientras la ola de zombies saturaba la pantalla grande y el streaming, por lo menos diez años qe las productoras del subgénero de mensaje religioso o de fe, captaron de estrategia para ganar públicos.
Afinaron su estrategia: empezaron a mejorar sus guiones (y dejaron de girar sobre las oraciones y los sacerdotes y mostraban situaciones más comunes), contrataron buenos directores y estrellas famosas en buen momento de su carrera, firmaban estas cintas (Dennis Quaid, el ya mencionado Mark Wahlberg y otros).
Otras producciones que suben en la cresta de la ola streaming, son las series policiales nórdicas y las películas de Bollywood. Ambas industrias se ven sólidas.
Por lo expuesto, hacer documentales sobre héroes locales o globales del covid-19, para la gran audiencia, es muy prematuro, salvo los abordajes científicos, que ya iniciaron las grandes cadenas de noticias.
Las productoras latinoamericanas que mirar a Hollywood como ejemplo del cual copiar modelos, tienen ahora el reto de mirar sus propios universos y ensayar caminos desde su mirada. Los públicos, hoy buscan más productos ingeniosos y diferenciados. Eh ahí el éxito de la española La casa de papel.
Los espectadores están bombardeados, a diario, con las noticias (sean buenas o malas) sobre el monotemático tema de la pandemia. Tal vez en un quinquenio, la mirada sea distinta. Eso dependerá de cuánto se extienda la pandemia o cuándo se encuentre y se popularicen las vacunas contra la enfermedad.
El tremendismo ha dejado de ser producto exclusivo de los guionistas y productores de Hollywood. La ficción se hizo realidad. El cine masivo, se renovará. Y no es cuestión tecnológica, sino de creatividad; de aprender a mirar distinto. De eso tratan las crisis.
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