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Apuntes sobre la novela «La presa del zorro andino»

 

El bailarín profesional Carlos Torres Zavala debuta con un thriller que tiene por escenarios La Oroya de hace un siglo y Lima de a inicios del fenómeno migratorio masivo.

Escribe: José Vadillo Vila (*)

Cada escriba se posiciona frente a la hoja en blanco con su propio background. Cada autor encara sus propios demonios. Tiene sus búsquedas artísticas, las cuales va moldeando gracias a sus lecturas, sus héroes literarios y a sus propias urgencias para contar una historia.

En ese sentido, me llamó la atención que Carlos Torres Zavala, novelista debutante con La presa del zorro andino, sea bailarín profesional del Ballet Nacional del Perú y coreógrafo con estudios en Canadá, Suiza y Suecia (este último, su país de residencia); quien también estudió Filosofía y Ciencias Sociales. El bailarín conoce del ritmo, de la cadencia y, de alguna manera, tratará de llevar esos conocimientos estéticos al ritmo de su prosa.

Siento que, en el caso de Torres Zavala, el impulso mayor ha sido la historia que quería contar de su protagonista femenino, “Teresita”: tal vez una cercanía con la protagonista o conocimiento de casos similares, fueron el detonante para esta narración.

La Oroya como escenario 

De los aciertos de La presa del zorro andino diré que es importante la reivindicación de escenarios fuera de Lima, como lo hace Torres Zavala con La Oroya (región Junín).

La primera parte de la novela nos traslada a una ciudad metalúrgica de la Sierra Centro de hace un siglo. Recordemos que la mayoría de libros que se presentan en la FIL Lima o llegan a los estantes de las principales librerías capitalinas, tiene como escenario de ficción, muchas veces, el universo limeño, costeño, de clase media o de media-alta.

En La presa del zorro andino vemos cómo la modernidad impacta y atraviesa todos los estamentos de la sociedad andina. La Oroya logra una dinámica muy diferenciada de otros pueblos de la Sierra Central del Perú, gracias a la minería. Y el autor pone como contrapeso la cercana Tarma (Junín), como una ciudad bucólica, encerrada en sus propias tradiciones y religiosidad.

También en sus páginas afloran las prácticas del racismo. Con términos que hoy podrían considerarse ya parte histórica, que no va con lo que hoy se considera políticamente correcto:

Los personajes que logran -por buenas o malas artes- cierto nivel económico inmediatamente cholean al resto, como lo hacen los “americanos”, quienes operan la central metalúrgica. “Agusto”, el personaje principal de la primera parte, quien sale de los sectores menos pudientes de la sociedad oroyina, asume de manera natural estos moldes y se vuelve un choleador. Paradójicamente, es un buen empleador, querido por sus empleados.

“Agusto” es un joven hombre de mundo encerrado en esta ciudad caracterizada por sus dos chimeneas. Que logra una “amistad” nacida de los negocios con el juez y el abogado.

De la primera mitad de la obra destaco las descripciones de la fiesta taurina que hace el autor y el capítulo “El bronco”, como el de los más logrados, donde hay violencia, alteran la monotonía de la vida de los personajes. Es un capítulo que inclusive abre las puertas a un contexto político internacional, como es el enfrentamiento entre el comunismo y el capitalismo.

Cambio de escenario y de aires en la novela 

Pero existe un profundo parteaguas entre la primera y la segunda parte de La presa del zorro andino. En la segunda mitad del libro, la obra gira sobre los migrantes desarraigados en Lima. Deja ese aire bucólico andino y se convierte en un thriller que no se anticipaba, donde la brujería se va haciendo presente.

“Teresita”, la guapa tarmeña, personaje casi desapercibido en la primera parte, será la protagonista de estas páginas finales. No sabrá nunca por qué su marido, “Agusto”, desapareció con su sobrina, “Carmela”. Tal vez el detonante de la desgracia sea también otra práctica enraizada: el machismo. El vientre de “Teresita” nunca pudo darle un hijo a “Agusto”.

El ritmo se acelera en la segunda parte. Y “Teresita”, sin datos sobre su esposo ni respuestas a las cartas que envía a sus padres a Tarma, deberá de enfrentar un futuro en Lima sola. El hijo que adoptó, “Salvador”, también se convertirá en un hombre duro.

En ese ambiente ajeno comienzan a florecer las perturbaciones de la protagonista, de las que nadie da crédito inicial. Hasta que esa irrealidad atropella e irrumpe sin retorno su vida en esa Lima que se va formando gracias a los migrantes.

El escenario pasa de las riberas del río Rímac y los alrededores de la plaza San Francisco a la nueva Lima, símbolo de la ciudad en crecimiento: La Parada.

La novela tiene capas oscuras y observamos cómo la protagonista se va deformando. El lector quiere avanzar más rápido, junto con ese mundo de sacerdotes, curandera, brujería.

El hecho de que la novela se convierta en una novela negra, puede tener doble lectura. Por un lado, es un género muy desarrollado en los países nórdicos, donde reside el autor, Carlos Torres Zavala; y por otro, la brujería es una práctica que sigue presente en el Perú actual y sirve para responder a ciertas situaciones donde la razón no tiene espacio. Es un territorio de conjeturas rico para la creación narrativa.

Como narrador, a Torres Zavala le falta desarrollar mejor la técnica que le permita hilvanar el engranaje entre las dos partes de su novela, que, repito, tiene sus aciertos.

 

31 de agosto de 2025

Publicado en Güik: https://guik.pe/opinion-apuntes-sobre-la-novela-la-presa-del-zorro-andino/

 

Ficha técnica:

Torres Zavala, Carlos. La presa del zorro andino (Lima, Artífice Comunicadores, 2025). Pp. 299.



(*) José Vadillo Vila es periodista, escritor y cantautor. Ha publicado los libros Historias a babor (2003), Hábitos insanos (2013), Apus musicales (2018), El largo aliento de las historias apócrifas (2022) y Mostros (2024). Como cantautor tiene los álbumes Elemental (2002) y Primera parada (2016). Fue editor en el Diario Oficial El Peruano y director del Gran Teatro Nacional.

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