A mediados del siglo XX, el escritor y dramaturgo limeño Sebastián Salazar Bondy (1924-1965) tomó las armas del periodismo por una preocupación por el otro, por el Perú y su tiempo.
Afinar la sensibilidad del niño en la frecuentación de los libros singulares es crear para el futuro una ciudadanía consciente, culta y atenta a las solicitaciones más trascendentales.
Sebastián Salazar Bondy
Escribe: José Vadillo Vila
Sebastián Salazar Bondy dibujaba un conjunto de preguntas con su agudo perfil. El polígrafo limeño escribió cientos de artículos en una Lima que, desde mediados del siglo XX, no deja de cambiar. Tomó en forma consecuente las armas del periodismo desde que regresó de Argentina al Perú, a inicios de los años cincuenta.
Hombre orquesta, en el periodismo el autor hizo crítica de arte y literaria, crónicas sobre la ciudad. Entre 1952 y 1959 trabajó en el diario La Prensa. A la par escribía teatro (sobre todo), poesía, narrativa; y publicaba también en el extranjero (colaboró en la revista literaria argentina Sur y otras). Un hombre orquesta que, aclaremos, solo vivió 41 años.
“Para cada uno de esos personajes, él se dirigía con un seudónimo diferente. Es un tipo de periodismo que para la época era lo usual. Lo que hace al escribir es trasladar su manejo del lenguaje: Sebastián es un escritor haciendo periodismo. Un hombre sumamente culto. Él tuvo que adaptarse al medio. Es un caso muy interesante”, señala el crítico literario Alejandro Susti, quien desde el 2014 ha publicado en forma sistemática formidables ensayos sobre el escritor limeño. El más reciente se incluye en La ciudad sin límites (2021), editado por la Universidad de Lima.
Sin embargo, como apunta Susti, no estamos ante un caso único. Hay otros escritores peruanos y latinoamericanos que se dedicaron al oficio del periodismo, mencionemos en esa larga lista a Abraham Valdelomar, José Carlos Mariátegui, José Martí o Rubén Darío.
Sebastián Salazar Bondy (SSB) era casi un tutor de un jovencísimo Mario Vargas Llosa, quien lo admiraba porque podía vivir de lo que escribía. En 1966, el futuro Nobel escribió a la muerte de su joven maestro: “No había casi nada y él trató de hacerlo todo, a su alrededor reinaba un desolador vacío y él se consagró en cuerpo y alma a llenarlo”.
Es conocido en primer lugar por su obra dramatúrgica o como el crítico de la ciudad en Lima la horrible (1964). Menos como poeta, que era para él un ejercicio más oculto. “Mucha gente fue a su entierro porque era más conocido por su prosa periodística. Se conectaba más con el hombre de la calle, se preocupaba por realidades que afectaban al limeño en general”, añade Susti.
Escribió un grupo de textos sobre la miseria, la delincuencia, las contradicciones sociales, la necesidad de las áreas verdes y el cuidado del patrimonio en Lima, entre otros, textos que Susti antologó y reeditó en el tomo La ciudad como utopía (2016).
SSB siempre fue un hombre de izquierda. Al final de su carrera periodística, a inicios de los años sesenta, sus textos tienen un giro político. Se radicaliza. Viaje a Cuba.
Cultura del libro
Una suerte de gran heterónimo este Salazar Bondy (el otro es su hermano menor, Augusto, filósofo y también periodista). Otra parte de su escritura se revaloriza en la antología de sus artículos La odisea del libro en el Perú, editado este año por la Biblioteca Nacional del Perú para su colección Cultura Impresa.
Es un Salazar Bondy que reivindica el papel del editor en la industria del libro, la importancia de la lectura y de incentivarla entre los niños.
Escribe en 1954: “El hombre peruano medio no lee, menos por falta de necesidad de la lectura como entretenimiento y como fuente de conocimiento que por carencia del hábito que hace de ella un acto insoslayable y regular” (Pág. 20).
Después sacó una colección de artículos sobre la historia del arte; en otro, una serie de artículos sobre el teatro. En 1954 publicó una columna en que hablaba de lo difícil que era publicar un libro en el país. Hay cosas que parecen no haber cambiado desde entonces.
“Él tenía una labor didáctica y pedagógica. Escribe para el lector promedio y tratar de sensibilizarlo, formar lectores, el privilegio de leer y escribir, les enseña sobre el teatro y la actuación. Porque él tenía esa vocación por el otro. Eso, seguramente, es lo que le gustaba de su vocación por el periodismo que le permitían motivar a la gente a leer literatura. Y todo a través de una prosa culta, fina, que es su estilo”, comenta Alejandro Susti.
Fealdad ética y estética
Sin embargo, el Salazar Bondy que más ha trascendido es el autor de Lima la horrible. Ese libro reducido a una frase que muchos repiten y, a propósito, la tomó prestada SSB del poeta César Moro.
Pero la fealdad de esta ciudad desértica, a la que se refiere el autor, escapa a lo estético. Es básicamente una fealdad ética. Lima la horrible fue un gran ejercicio de investigación: el índice onomástico señala más de un centenar de autores, viajeros extranjeros, que él citó, sobre su mirada de la capital peruana.
“Él necesitó de la mirada de los otros para desengañar al lector limeño: los europeos que la visitaron no la encontraron bella, ni progresista, ni moderna. Él buscó la otra cara de la moneda que ocultaron Ricardo Palma, José Gálvez. Sebastián creía y estaba a favor de una literatura realista y Lima la horrible es un intento por hacer más real la imagen de la ciudad. Es de la generación que cree que leyendo a José María Arguedas va a comprender mejor la sociedad peruana”, acota Susti.
Lima la horrible es una apuesta por quitar el velo al lector y mostrarle la realidad. En los 11 capítulos que integran el breve libro, el autor habla sobre la sociedad limeña. Mira la urbe cambiante, de entonces dos millones de habitantes. El “vórtice capitalino” por la migración interna. Critica las miradas pasadistas y la nostalgia por la Lima que se fue.
Esa “época colonial, idealizada como Arcadia”, que fue un invento literario de las estampas y las Tradiciones peruanas, apunta. Mas sospechaba que incluso en la colonia había una “fisura social”. “Al resto del país se transmite por modo del imperio metropolitano, el ensueño nobiliario (cuyos títulos avala la atal banca), y en cada ciudad, pueblo o villorrio la pantomima se consuma como un ensayo previo al estreno en la capital”, escribe en el citado volumen.
Además, abordó en sus páginas otros temas como la pintura, la literatura. Alejandro Susti apunta que en las crónicas que publicó en la prensa uno puede ver los temas que desarrollaría Salazar Bondy en este, su libro capital.
Lo singular del escueto volumen es que la mayoría de sus ediciones han sido en el extranjero. La primera edición fue en México (donde se reeditó). Luego se editó en Cuba, Chile (dos ediciones) y Francia (2018). En el Perú lo editó Populibros (1966), sello dirigido por Manuel Scorza y en el que trabajaba el autor. Después, fue publicado en los años setenta por Peisa y no saldría otra edición nacional hasta el 2014, con Lápix Editores, al medio siglo de la primera edición. Y ahora la nueva edición de Revuelta Editores.
¿Cómo llegó a publicar en México? “Sebastián viajó mucho y tenía contactos por todos lados. Era un relacionista público extraordinario. En su archivo hay cartas de Carlos Fuentes, Miguel Ángel Asturias, José Emilio Pacheco, Pablo Neruda, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Nicanor Parra, aparte de los peruanos. Viajó a China, a Japón, fue jurado del premio Casa de las Américas de Teatro”, explica el crítico.
Salazar Bondy fue un alma prolífica. Intensa. Parecía que sabía que se iba a morir joven, y dejó un legado tan grande. Sufría de talasemia: no lograba asimilar el hierro y falleció víctima de la cirrosis. De la misma enfermedad murió su hermano Augusto. “Perdimos tempranamente a alguien que pudo haber sido muy útil hasta ahora”, dice Alejandro Susti.
(Publicado el domingo 18 de julio del 2021 en el Diario Oficial El Peruano)
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